La crisis es mundial, induce ajustes y malestar

Desde agosto del 2007 la crisis se manifiesta de variadas formas y en distintos territorios. Aparece como hipotecaria, bursátil, financiera, económica; como alimentaria, energética, medioambiental; en EEUU, en Europa o en algunos de los países que integran la Unión, en Japón, o incluso en todos ellos a la vez. A veces, el fenómeno aparece como desaceleración de la economía mundial, o de un grupo de países, especialmente entre los capitalistas desarrollados, y en otras ocasiones se verifica la recesión global como en el 2009. Ahora se sustenta que puede haber otra recaída recesiva, alimentando la teoría de la “w”, como una caída seguida de una recuperación, e inmediatamente una nueva recaída, lo que supone también una cercana perspectiva de recuperación. Ello nos lleva a pensar en tiempos de ciclo, de que “siempre que llovió paró”, y solo hay que usar paraguas, que en nuestro caso se consigue con el “ajuste” que afecta a los sectores más empobrecidos de la sociedad. Se explica que el problema es el sobreendeudamiento derivado de gigantescos déficit fiscales y por lo tanto no queda otra que reducir el “déficit”, apuntando principalmente a un gasto social engordado en tiempos de “bienestar”, de bonanzas económicas y que hoy, ante las malas nuevas, no queda otra que revertir “beneficios sociales” diversos, en educación, en salud o en previsión social. Algunos consienten que también habrá que reducir algo el gasto de defensa, aunque no se piensa en eliminarlo sustancialmente o en su totalidad. Claro que habrá quienes remitan a más de 5 millones de personas trabajando solo en el complejo militar industrial estadounidense y preocupados por el empleo no tienen mejor opción que apostar a la continuidad del trabajo improductivo que supone la producción de armamentos y la economía de guerra e invasión que sostiene la dominación de EEUU y su desarrollo económico en crisis.
En rigor, lo que queremos apuntar a que la crisis, no es griega, española, o estadounidense; ni transitoria, ni cíclica. Estamos en un momento de evidente crisis mundial de la economía y la sociedad capitalista. El capital más concentrado, de carácter transnacional, tiene límites para asegurar la producción de ganancias y por ende la acumulación de capitales que asegura la permanente valorización del capital, objetivo histórico y lógico del capitalismo. No quiere decir que algunos capitales no sean rentables, incluso altamente rentables, como es evidente en materia de comunicaciones, de biotecnología, entre otros. Lo que apuntamos a señalar es que la caída de las bolsas está anticipando los problemas de valorización de los capitales. No se trata de un problema “financiero”, o de financiarización de la economía mundial como algunos sugieren. No es el problema de la especulación, sino del modelo productivo y de desarrollo en su conjunto. Es el “modelo” que contamina y genera gases tóxicos, que produce combustible con producción agraria, históricamente destinada a alimentar personas y agudizando el problema del hambre. Esa forma de producción requiere y demanda estas formas de circulación del dinero, de las mercancías, los servicios y el propio capital, forzando aperturas de mercados para la libre circulación, al tiempo que se cierran las fronteras para la circulación de las personas. La lógica de la valorización por encima de la satisfacción de necesidades mínimas de poblaciones que en masa intentan abandonar territorios del empobrecimiento para terminar re-territorializando la pobreza y el conflicto en sociedades autodenominadas “desarrolladas” que hoy se consumen en el fuego de la discriminación.
El fenómeno de la crisis se presenta localizado, pero es mundial. Es un problema, ya que las soluciones se presentan nacionales. Así se argumenta que Grecia, España o EEUU tienen que hacer su ajuste para salir de la crisis. Si el problema es la deuda griega o de EEUU, la “solución” ofrecida es el salvataje para cumplir con los acreedores, la banca transnacional. Así se explican los salvatajes millonarios a la gran banca y a las grandes consorcios empresarios de la administración Bush por 700.000 millones de dólares, y pocos meses después bajo gobierno Obama de otros 800.000 millones de dólares, en el mismo camino de los variados salvatajes del Banco Central Europeo y los gobiernos de la Unión Europea para evitar el default de algunos países y la quiebra de bancos transnacionales. Lo que no aparece es el salvataje de los millones de  trabajadores desempleados que genera la crisis, o de soluciones habitacionales a familias que pierden sus hogares producto de la crisis. El salvataje es siempre al régimen del capital, nunca social.
La crisis capitalista nos anima a pensar más allá del capitalismo. Las soluciones construidas luego de la crisis de mediados de la década del 70 fueron denominadas “neoliberales”, iniciadas como ensayo bajo el “terrorismo de Estado” en Sudamérica y generalizadas desde la década del 80´ desde las potencias imperialistas, Gran Bretaña y EEUU. La caída del este europeo facilitó la universalidad de la “receta” liberalizadora, que avanzó sin límite en el imaginario de sociedad alternativa al orden capitalista. La iniciativa no estuvo exenta de la violencia global, a modo de un terrorismo de Estado hegemónico en el ámbito mundial. La sociedad contemporánea funciona con crisis bajo el signo de la militarización. La violencia impone el ajuste para desarmar un entramado de bienestar conquistado durante décadas de luchas y organización social para reorganizar el ciclo virtuoso de la ganancia, si se puede con consenso, y si no, con represión.
La crisis no es solo de la economía. Remite al orden social en su conjunto. El presente se construye sobre el crecimiento de la brecha de ingresos. El mundo actual es más desigual. El ajuste augura la profundización de esa situación. El malestar es un destino salvo que la sociedad defina parar el ajuste y reorientar las formas y contenidos de la producción, lo que supone definir que producir y para quién, para satisfacer que consumos y de cuantos habitantes del planeta. La crisis es una cuestión civilizatoria. (Escrito a solicitud de Infobae)

1 comentario:

Tony Phillips dijo...

Cabe destacar las reuniones del N.A.F.R. en las últimas semanas en Quito sobre el Banco del Sur y las soberanías alimentarias y energéticas. Allí también había input!