Los desafíos para la integración regional, entre Bolivia en el Mercosur y las relaciones Cuba y EEUU

La integración latinoamericana sigue en la discusión como forma de enfrentar las secuelas de la crisis mundial del capitalismo y aspirar a un desarrollo alterativo del orden mundial.
En estos días se realizó la reunión del Mercosur en Paraná, Argentina, con la noticia más destacada, vía superación de obstáculos políticos e institucionales para un próximo ingreso pleno de Bolivia al bloque de integración regional.
Salvo esa novedad, muy poco en concreto para mostrar en materia de avance de una integración autónoma, a contra marcha de la hegemonía aperturista y por el libre comercio que requieren las grandes transnacionales. La ampliación de socios no es por cualquier lado, sino de países que lideran la experiencia de confrontación con la estrategia neoliberal: Venezuela y Bolivia.
Recordemos que a los cuatro originarios, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, se le incorporaron Venezuela luego del rechazo al ALCA en Mar del Plata 2005, y ahora Bolivia, que aparece en la mira de todos los análisis por su estabilidad económica y el crecimiento del consenso al gobierno de Evo.
Estos dos países, Venezuela y Bolivia, junto a Cuba, dinamizan la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestramérica, ALBA, con origen y propuestas para un modelo productivo y de desarrollo alternativo.
Así, ahora en el Mercosur conviven dos sentidos, el originario que remite al libre comercio y la impronta alternativa de los nuevos procesos. La duda siempre transita sobre quién se impondrá finalmente.
El cónclave del Mercosur fue en simultáneo con el anuncio conjunto entre EEUU y Cuba sobre el restablecimiento de relaciones mutuas, y de alguna manera, el comienzo del fin al criminal bloqueo del imperialismo estadounidense sobre la isla de la libertad.
Así, se reabre la discusión por el lugar de Cuba y su proyecto socialista en la región. De ser el excluido en las negociaciones por el ALCA, Cuba pasa a constituirse como miembro pleno  del sistema de relaciones continentales.
También vale el interrogante sobre quién vence a quién. ¿Pesará más la lógica capitalista sobre Cuba, o esta podrá intervenir con el ejemplo de la importante experiencia de lucha por la autodeterminación y el socialismo?
Alejarse del libre comercio como desafío
Vale concentrarse en los desafíos que supone la coyuntura, especialmente para alejarse del origen neoliberal, liberalizador, del Mercosur a comienzos de la década del 90’.
Eran los tiempos del fin de la bipolaridad y el triunfalismo del unicato capitalista. Aquellos eran momentos en que todos los procesos económicos y políticos en la región apuntaban a las privatizaciones, las aperturas indiscriminadas y a favorecer la iniciativa privada del capital más concentrado. El imaginario socialista tenía destino en el baúl de los recuerdos, de vieja utopía descentrada y derrotada.
Han pasado más de veinte años desde entonces y el cambio político en la región en este comienzo de siglo supuso algunas modificaciones en la agenda de la integración, muchos de los cuales aún solo son parte del discurso, o relativas a expectativas inconclusas.
Entre otras, remitimos al anunciado Banco del Sur, que cumple ya siete años desde su compromiso inicial en diciembre del 2007. No es menor considerar la ausencia de un instrumento de financiamiento regional con pretensión alternativa, precisamente en momentos de despliegue de la crisis mundial, que incluye, entre otras, a la dimensión financiera.
Es un asunto que Argentina llevó al cónclave del Mercosur a propósito de la amenaza que significa la deuda, la especulación y el accionar combinado de la institucionalidad jurídica y corporativa del capitalismo delictual contemporáneo.
Cuando aludimos al financiamiento alternativo remitimos a otros destinos para los recursos financieros, ya que el financiamiento existe, sea que proviene de la banca comercial, del mercado de capitales, o de los organismos internacionales, y ahora de Rusia y sobre todo de China; pero de lo que se trata es de romper con la lógica de financiamiento de un determinado modelo productivo y de desarrollo. Para ello, es necesario asegurar la materialización de una política de soberanía financiera, con autonomía de la lógica y reglas del sistema financiero mundial capitalista.
En síntesis, hablamos de una nueva arquitectura financiera para la región y el mundo. Nuestros países, integradamente pueden canalizar sus recursos soberanos, entre ellos las reservas internacionales y orientarlos en la construcción del camino de la independencia y la soberanía de nuestras naciones integradas.
La realidad es que un obstáculo muy serio para encarar esa tarea de autonomía e independencia, pasa por la demora en la destrucción de la vieja institucionalidad financiera, el cambio de la política económica y la definición de un rumbo más allá del orden capitalista.
Mirando la realidad local, confirmamos en ese sentido a la ley de entidades financieras, que en la Argentina data de 1977 (gobierno dictatorial) y que fuera calificada en su momento por el Ministro emblemático (Martínez de Hoz) como un  instrumento esencial para la reforma económica reaccionaria promovida por los genocidas.
Otro caso es la continuidad de la presencia de Argentina y otros países de la región en el CIADI, ámbito sujeto al Banco Mundial, cuando Brasil nunca suscribió el protocolo de adhesión, y Venezuela, Ecuador y Bolivia denunciaron la adhesión a esa subordinación a la lógica de la ganancia y la acumulación de las voraces transnacionales.
Pero también aludimos a la difusión de contratos y de acuerdos comerciales por la liberación y la seguridad jurídica de los inversores externos, que se explicitan en variados tratados de libre comercio, o tratados bilaterales de inversión. Todos esos tratados necesitan ser denunciados por la región, como base para discutir nuevos marcos estratégicos para la integración soberana y el desarrollo independiente.
En rigor, no solo se trata de la institucionalidad neoliberal gestada en los 80´ y en los 90´, sino de una política económica al servicio del capitalismo de época, organizado por las transnacionales, sustentado en la promoción de la expansión internacional del capital, con la complicidad de los principales Estados del capitalismo mundial y los organismos internacionales. En ese marco, América Latina y el Caribe ofrecen fuerza de trabajo capacitada y disponible a bajo salario y una dotación abundante de bienes comunes para el saqueo imperialista.
Insistamos en que el debate es si se puede romper con esa lógica de funcionamiento del orden vigente. Por eso es nuestro interrogante y expectativa sobre un tiempo para profundizar el cambio en la región y desde la economía, de los cambios económicos, estructurales, de la institucionalidad y de la política económica, encarar un nuevo tiempo de transformación social, en perspectiva emancipadora, que cambie la matriz productiva y de consumo, para soñar con la liberación y el otro mundo posible. Claro que estamos hablando del proceso de la revolución socialista en nuestro tiempo.
La perseverancia de la experiencia cubana
Es bueno pensar en términos de “lo posible” anti capitalista, cuando esta dimensión de “lo posible” se reduce, se achica, en sentido defensivo, relativo solo a las políticas que “sean posibles” en el marco del capitalismo, algo que sufrimos en nuestros procesos políticos nacionales y regionales.
El ejemplo cubano es relevante, como experiencia que lucha contra el capitalismo y brega por el socialismo, como ejemplo de ir más allá de lo posible dentro del capitalismo y animarse a la lucha anticapitalista, antiimperialista y por el socialismo, sin final asegurado.
Con la perseverancia de sus objetivos por el socialismo cubano, la Isla, su pueblo y su gobierno supieron doblegar la política exterior agresiva e invasiva de EEUU que por más de medio siglo bloqueó y boicoteó a la revolución cubana sin éxito. En el marco de la guerra fría había que impedir el ejemplo de la lucha por el comunismo en Nuestramérica, por eso Bahía de los Cochinos y la invasión para luego bloquear e intentar ahogar sin éxito a la isla.
El inicio de negociaciones entre EEUU y Cuba, con la mediación del Vaticano permite varias lecturas, y la primera es el éxito de las convicciones por la dignidad, la soberanía y la autonomía de Cuba. Pero también, que EEUU se estaba aislando de procesos de diálogo político en la región, cuestión que no resulta indiferente a las clases dominantes de nuestros países y del mundo, incluido, claro está el Vaticano.
Qué gran diferencia cuando en los 90´ la agenda regional se definía por el ALCA y la hegemonía absoluta de EEUU y su política expansionista convalidada por gobiernos y clases dominantes locales.
La realidad indica que no solo hubo “No al ALCA”, construido éste entre 2001 y 2005, campaña popular continental mediante, sino que se habilitó un nuevo tiempo para discutir la integración. El ALBA es parte de ello, como luego y con matices la Unasur, y más aún la CELAC. Especialmente ésta durante el 2013 bajo la coordinación de Raúl Castro, que otorgó un dinamismo a las relaciones regionales con la exclusión de Norteamérica: EEUU y Canadá.
Vale considerar además, que la Iglesia juega en América Latina su disputa por la mayor fidelidad de feligreses en el mundo y está interesada en suturar fisuras o fracturas presentes o futuras del orden contemporáneo.
La Iglesia jugó en los 80´ ante el conflicto y la situación polaca y el este de Europa. Fue una intervención para modificar la correlación de fuerzas en la lucha de clases mundial. Ahora, bajo otras circunstancias, el papado también actúa, con discurso crítico al neoliberalismo, como corresponde en estos tiempos en que la lucha popular desgastó el discurso neoliberal, el que refería a que no había alternativas.
Recordemos a Margaret Thathcher y su “There Is Not Alternative” (TINA), que entre nosotros difundiera como lema propio Carlos Menem. La alternativa empezó a pronunciarse como “otro mundo posible” en el Foro Social Mundial del 2001 en Porto Alegre, y se hizo más cercana con la reinstalación de la lucha por el socialismo que animaron los procesos más radicalizados de Sudamérica, que junto a Cuba se animaron a una integración más audaz, aún en proceso de sostenerse en la coyuntura crítica vigente.
Cuba ganó su batalla de reinserción en las relaciones interamericanas y mundiales, y las clases dominantes actúan por todos los medios posibles para evitar rupturas revolucionarias al orden capitalista, y en todo caso, negociar para intentar favorecer, desde las relaciones comerciales, la ampliación de mercados y una respuesta más a la crisis en curso. EEUU busca mercado en Cuba, canalizar inversiones que suman en la ampliación de todos y cada uno de los mercados.
En ese sentido, no hay mercados chicos, todo suma, y aun cuando la región aparece como suma de varios países, para los capitales, son todos mercados que incluyen una considerable parte de mercado sustentable, sujetos de subordinarse a la lógica de la ganancia y la acumulación capitalista. Para eso luchan por la liberalización, la apertura económica y un mayor espacio para las transnacionales. Es un camino en el que también se anotan China y Rusia crecientemente, e incluso algunos países que como Brasil y sus translatinas disputan un lugar en la dominación regional y global.
El problema es el capitalismo y la necesidad de instalar la lucha por el socialismo
El movimiento popular necesita profundizar el camino de acumulación social, política y cultural para hacer realidad la disputa de poder popular y la demanda del 2001 por otro mundo posible.
La consigna empezó a ganar en credibilidad de la mano de nuevos sueños por el socialismo, con la renovación cubana y las búsquedas por el socialismo del Siglo XXI (Venezuela) o Comunitario (Bolivia), por el objetivo del Vivir Bien (Bolivia) o el Buen Vivir (Ecuador).
El anticapitalismo y el antiimperialismo es posible si se consolida una masa social mayoritaria por los cambios, la transformación, la emancipación y la liberación.
Es que la lucha por la integración alternativa, contra la inserción subordinada, demanda de un sujeto popular organizado y consciente que empuje la dinámica de la sociedad en la lucha contra el poder, por la suspensión de los pagos de la deuda, que libere fondos para un nuevo modelo productivo y de desarrollo, con financiamiento autónomo de nuestros países.
Se trata de aprender de la dignidad de Cuba en la lucha contra el aislamiento y la generación de condiciones para sentar al imperialismo a negociar y seguir buscando nuevas posibilidades para defender lo logrado (salud, educación, cultura) e ir por más liberación social y nacional, articulando nuevas redes que hagan realidad el sueño de la patria grande en Nuestramérica.
Hay quienes piensan, en una lectura errónea del acontecimiento, que esta negociación entre EEUU y Cuba puede reiterarse para terminar con procesos coloniales, por ejemplo el que subsiste entre Inglaterra y Argentina por Malvinas.
El error consiste en considerar que la decisión del gobierno estadounidense es unilateral y generosa. Muy por el contrario, el imperialismo fue arrastrado a la mesa de negociaciones por la diplomacia cubana, la situación de integración regional sin la presencia de norteamericanos, y claro, también con el peso moral que supone el poder de la Iglesia y el papado esperanzador de Francisco. Esperanza que deviene de un papel histórico que se juega en este Siglo XXI para sostener el peso del Vaticano y su creciente influencia entre la población de nuestros territorios y otras latitudes.
Rusia condonó el 90% de la deuda que mantenía Cuba y decidió reinvertir el 10% restante en proyectos decididos desde la soberanía cubana, por la forma de negociación e inserción autónoma de Cuba en las relaciones internacionales. Lo mismo puede señalarse sobre la esencia de las relaciones cubanas con China, creciente actor político en la Isla y en la región latinoamericana y caribeña.
No debe esperarse que Inglaterra se avenga a discutir soberanía imitando el gesto de distensión de EEUU para con Cuba, Argentina debe consolidar su proyecto de independencia y solo así sentará a Inglaterra en la mesa de negociaciones. Claro que eso supone transitar el camino de confrontación con el capitalismo y el imperialismo.
Proponerse el rumbo socialista, con todas las dificultades que ello supone y donde Cuba es la vidriera para observar, marca el único camino posible para pensar en la independencia y la articulación integrada de una producción centrada en satisfacer las necesidades de nuestra población más que en la lógica de la valorización capitalista de la explotación de la fuera de trabajo y el saqueo de nuestros bienes comunes.
Es una decisión política que debe partir de los pueblos. Solo en esas condiciones podrán los gobernantes asumir el mandato que confirme un destino emancipado, por la liberación y que materialice el sueño de la patria grande Nuestramericana.

Buenos Aires, 20 de diciembre de 2014

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