Debates por un nuevo pensamiento

Allá por el año 1997 desde la Central de Trabajadores Argentinos, la CTA se convocó a discusiones por un Nuevo Pensamiento, generando debates en todo el territorio nacional durante tres años.
La convocatoria confrontaba con el hegemónico pensamiento único que sostenía en los 90 la política neoliberal, de apertura económica, flexibilización laboral y privatizaciones. Las desregulaciones y el aliento a la iniciativa privada, especialmente extranjera era la lógica imperante en los gobiernos previos al estallido del 2001.
No solo el poder ejecutivo impulsaba esas políticas, sino que la burocracia política, sindical, empresaria y mediática estimulaban con argumentación apologética para diseminar un consenso mayoritario en la sociedad.
La hegemonía neoliberal era contundente y explicaba el triunfo del menemismo en el segundo turno desde 1995 sin escamotear argumentos favorables al falso libre comercio, en rigor dominado por monopolios transnacionales. Pero también explicó el triunfo de la Alianza en 1999 privilegiando la estabilidad del tipo de cambio contra la masividad de la miseria extendida, el desempleo y la caída del nivel de vida de la mayoría empobrecida de la población.
En aquella convocatoria de la CTA coincidían los argumentos anti neoliberales y otros anticapitalistas. El mensaje que unificaba apuntaba a derrotar al pensamiento neoliberal, hegemónico y responsable de la situación social de empobrecimiento y un desenlace recesivo desplegado entre 1998 y 2002. Las diferencias se dejaban para otro tiempo.
¿Por qué la evocación?
Porque el Ministro de Economía acaba de sostener en un encuentro de economistas heterodoxos[1] la necesidad de un pensamiento económico nuevo latinoamericano, sobre la base de las experiencias desarrolladas en estos años en buena parte de la región y que tienen en común la crítica al proceso neoliberal de los 90. Señaló Kicillof la necesidad de dar “cuerpo a una teoría económica que corone este proceso de crecimiento que experimentó América Latina”.
Más allá del balance de política económica y la discusión sobre los aspectos estructurales del orden contemporáneo, el debate sigue sustentado en lo discursivo en la crítica al neoliberalismo, sin cuestionar al régimen del capital.
Por definición, la heterodoxia contiene en su seno a diversas corrientes que discuten con la hegemonía neoclásica en sus distintas versiones, monetaristas, ortodoxos, los que imponen más énfasis teórico en el imaginario del libre cambio (como si existiera).
En la heterodoxia confluyen keynesianos, neo-keynesianos, pos-keynesianos y una diversidad de corrientes que disputan la orientación del orden capitalista, pero sin salirse del marco capitalista. Ese colectivo de pensamiento confluye y debate con otras varias corrientes del pensamiento crítico, algunos de los cuales se reconocen en la tradición de Carlos Marx y que asumen como sentido principal de sus enfoques la crítica al capitalismo.
Hace dos décadas, en los encuentros por un Nuevo Pensamiento, se discutía contra el neoliberalismo, hegemónico y en el gobierno. Hoy se vuelve a esgrimir la misma necesidad en un contexto de cambio político en la región, con fuerte crítica discursiva al neoliberalismo pero escasa transformación estructural de la economía, por lo que se asume la reiterada convocatoria a unir fuerzas contra la hegemonía global neoliberal, que subsiste en la orientación principal del orden mundial, aun con el capitalismo en crisis.
Ir más allá de la crítica neoliberal
Por eso, nuestro interrogante apunta a pensar que es lo que ocurre en nuestra región, que pese al cambio político desde el comienzo del Siglo XXI, el cambio económico continúa siendo una asignatura pendiente.
El modelo productivo y de desarrollo, es decir, la extranjerización y transnacionalización de nuestras economías no se han modificado y la característica de la dependencia se profundiza. Claro que hay matices entre los distintos procesos en la región, pero el núcleo de la dominación transnacional mantiene su capacidad de orientar el rumbo.
En un análisis sobre Bolivia se sostiene que “También la economía fue transformada por el proceso de nacionalización de varios sectores estratégicos. La nacionalización de los hidrocarburos del año 2006 generó un enorme flujo de ingresos para el país, resultado de la retención del excedente económico originado en este sector. El Estado, por la vía de nacionalizaciones del capital transnacional, estatizaciones del capital privado nacional y la apertura de nuevas empresas públicas productivas, se ha fortalecido y hoy controla el 35% del producto interno bruto del país. Así hemos dejado atrás el modelo neoliberal en el que, como sabemos, cuanto menos Estado mejor para los capitalistas; hemos pasado a un modelo con decisiva presencia reguladora y redistributiva estatal, aunque todavía dentro del sistema capitalista.” El texto continúa señalando: “Creo que aquí radican las tareas, en lo económico, que deben llevarnos a la profundización de este proceso: seguir fortaleciendo al Estado con nuevas nacionalizaciones, al mismo tiempo que potenciamos al sector social y comunitario de la economía transfiriendo hacia él una parte del excedente recuperado. Ésta será la vía para salir del capitalismo y comenzar la construcción de un nuevo socialismo comunitario y el Vivir Bien.”[2]
Es interesante asumir la hegemonía capitalista, como el rumbo anticapitalista y afirmar que las acciones anti-neoliberales tienen rumbo en el socialismo comunitario y el Vivir Bien; algo distinto a la prédica anti-neoliberal para un capitalismo nacional, serio o normal.
Homenaje a Theotonio dos Santos
Es curioso como el homenajeado en el encuentro de los economistas heterodoxos ha sido Theotonio dos Santos, uno de los iniciadores de la Teoría de la Dependencia en los 60. Una concepción teórica que suponía mirar a la economía mundial desde Latinoamérica y por ende, se intentaba completar a Lenin que había promovido la teoría del imperialismo desde el estudio de los fenómenos expresados en el capitalismo desarrollado.
Cien años se cumplirán el próximo 2016 de la publicación del famoso texto del revolucionario ruso, donde se ejemplificaba con la Argentina al típico proceso de independencia política y dependencia económica. Allí sugería que la tarea de la independencia política requería para completarse de la independencia económica, y con él, nosotros insistimos en superar el cambio político regional con el cambio económico.
Los teóricos de la dependencia en los 60 discutían la posibilidad del desarrollo bajo el signo de la dependencia. Fernando Henrique Cardozo, luego presidente de Brasil con ejercicio de política económica neoliberal, sostenía que si se podía impulsar el desarrollo aún en dependencia. Theotonio dos Santos lo confrontaba y sostenía una posición crítica al orden capitalista y a la dependencia. Otros heterodoxos de la época, como Celso Furtado, también criticarían al desarrollismo, que alentaba expectativas en el progreso basado en las inversiones externas y la industrialización e inserción en el capitalismo de entonces. Eran tiempos de bipolaridad y la discusión incluía a pensadores de fuerte tradición en Marx como Rui Mauro Marini en Brasil, o Agustín Cueva en Ecuador, los que fundamentaban el horizonte socialista como solución para nuestros países.
En nuevas condiciones, el debate ahora vuelve a presentarse, y se convoca a debatir por un nuevo pensamiento económico. Bien vale interrogarse si se trata de una crítica al capitalismo en crisis, o si solamente se trata de recrear la crítica al orden neoliberal y a la ofensiva más descarada del gran capital por la liberalización de la economía. No es que sea poca cosa la crítica a la hegemonía, pero la situación demanda marcar el rumbo más allá del capitalismo.
Sin perjuicio de la articulación diversa de concepciones críticas al neoliberalismo, el problema radica en los instrumentos que se utilizan para resolver los problemas del presente. No se trata solo de enfoques teóricos, sino que desde esos diagnósticos emergen las políticas económicas concretas para materializar objetivos solo anti neoliberales o en la perspectiva socialista.
El comentario apunta a la confianza en la radicación de inversiones sustentadas desde los críticos al neoliberalismo, para impulsar la industrialización y el modelo productivo en nuestro tiempo y por otro lado, el pensamiento crítico alentando las transformaciones de las relaciones de producción en la búsqueda de una lógica económica, social y cultural contra y más allá del capital.
Queda claro que siempre se trata de una cuestión política, de correlaciones de fuerza, pero resulta imprescindible asumir la batalla de ideas por la hegemonía de la heterodoxia. De lo contrario se puede caer en el posibilismo. La lucha cotidiana de trabajadoras/es y sectores empobrecidos demandan enfoques teóricos que potencien la crítica al capitalismo y aporten sustento para hacer realidad la transformación y emancipación social.
Buenos Aires, 25 de septiembre de 2015



[1]El 24 y 25 de septiembre sesionó el primer Congreso de Pensamiento Económico Latinoamericano bajo el lema “Amanecer y consolidación de los gobiernos populares en América Latina. Desafíos para profundizar la transformación estructural”.
[2] “Sin movimientos sociales no hay proceso de cambio”. Entrevista a Alfredo Rada Vélez. En: http://escuelanacionaldeformacion.blogspot.com.ar/2015/09/sin-movimientos-sociales-no-hay-proceso.html

Bienes comunes y crítica al capitalismo

Las expectativas están puestas en la visita papal a Cuba, recordando que viene de declaraciones públicas realizadas en territorio nuestro americano muy críticas al orden capitalista, y precisamente cuando en San Juan se produjo en estos días un derrame de cianuro que levantó y movilizó al pueblo de esa provincia.
Vale memorar que San Juan es un territorio donde la protesta contra la mega minería a cielo abierto estaba oculta detrás del fuerte consenso electoral que venía logrando el gobierno de José Luis Gioja, cuya familia está directamente involucrada en el negocio minero y en la gestión pública nacional del sector minero.
El tema de fondo es el agua y la contaminación, una cuestión que lamentablemente solo aparece cuando el daño es evidente, ya que la campaña previa se asienta en el efecto riqueza que generan las inversiones y la difusión de un empleo directo e indirecto que “resuelve” en el corto plazo las necesidades de ingreso para satisfacer un determinado patrón de consumo.
Así, el circulo parece virtuoso entre inversiones externas y crecimiento de la economía y el consumo, desinteresando a la sociedad sobre el nocivo efecto de un modelo productivo depredador.
Pero no es solo el derrame provocado por la Barrick Gold en Veladero, sino que también en estos días se cumplen tres años de la campaña No a la Planta de Monsanto en Malvinas Argentinas, Provincia de Córdoba, y dos años del bloqueo.
La movilización popular impide el intento de construir un planta de producción para abastecer el paquete tecnológico del modelo productivo en el campo. Esa iniciativa empresarial era celebrada por los gobiernos locales, el provincial y el nacional, no necesariamente convergentes en el proceso electoral en curso.
Tanto los episodios de San Juan, como el pronunciamiento del acampe en Córdoba, son señales de una opinión en la sociedad que es crítica al modelo productivo que afecta a nuestros bienes comunes y se agiganta con las declaraciones sostenidas desde el Jefe del Vaticano, tanto su encíclica Laudato Sí, como en sus mensajes a los pueblos.
Más allá de las intencionalidades de las protestas y los mensajes del Papa Francisco, lo que aparece como novedad en el debate político y económico, incluso cultural, es la crítica al capitalismo.
Nada relativo a esta preocupación aparece en el proyecto de Presupuesto 2016 presentado al debate parlamentario.
El presupuesto es un instrumento que debiera recoger el sentido de la demanda social en defensa de los bienes comunes y sin embargo persiste en sostener la promoción de la sojización, la mega minería a cielo abierto, las expectativas en los hidrocarburos no convencionales y el sistema de armaduría en la industria.
La lógica del proyecto presupuestario reproduce el sentido del orden económico social que según los propios datos del INDEC, en su Encuesta de Grandes Empresas, se reconoce la tendencia a la confirmación de una lógica de dominación de corporaciones transnacionales que privilegian el objetivo de la ganancia, y en la medida que pueden remiten sus utilidades al exterior, o alientan los mecanismos de fuga de capitales que sostienen la demanda especulativa por las divisas.
Se disputa el liderazgo y el modelo de desarrollo
El tema que pretendemos suscitar remite a las protestas masivas contra el orden neoliberal de las dos últimas décadas del Siglo XX y que motorizaron el fenómeno del cambio político en la región, incluso con gobiernos que asumieron el discurso crítico a las políticas neoliberales y en algunos casos incluso al orden capitalista.
A la cabeza de ese debate estuvo el liderazgo regional del proceso venezolano y Hugo Chávez innovando con la propuesta por un Socialismo del Siglo XXI, que luego estimuló desde Bolivia la propuesta por un Socialismo comunitario. Con Cuba y su experiencia socialista se reinstalaba el debate y la propuesta contra el capitalismo.
Pero más allá de discursos y con el peso de Brasil y la expectativa del nuevo proceso conducido por Lula se habilitó una dinámica de discusión sobre una integración alternativa, con realizaciones que todavía no terminan de materializarse y asociadas a los proyectos de articulación productiva para afirmar la soberanía alimentaria, energética o financiera.
La novedad propositiva y discursiva del Papa Francisco interviene en ese debate sobre el rumbo económico social y cultural de nuestro tiempo, reivindicando las demandas por trabajo, tierra y techo que no figuran en los proyectos del capital transnacional. Este, desde sus inversiones busca fuerza de trabajo barata y opción de saqueo sobre los bienes comunes, lo que define a los países emergentes.
Tenga quien tenga el liderazgo político en la región, lo que se hace evidente es la discusión del modelo productivo y de desarrollo, es decir, el tipo de sociedad que se pretende y quien define la situación es la dinámica social en conflicto por un nuevo orden social.
Pensemos que el neoliberalismo se ensayó en territorio sudamericano y que desde aquí emergieron las realidades del cambio político sustentadas de la lucha popular, que para afirmarse requieren de avances en el cambio económico, una asignatura aún pendiente.
Lo interesante a remarcar, más allá de quien lidere este proceso en la región y en el mundo, es que así como los cambios devinieron de la movilización social en los 80 y 90 del siglo pasado, la emergencia de protestas en defensa del agua, de la tierra, de los bienes comunes, por la soberanía del pueblo, es lo que puede aportar de nuevo a una dinámica de lucha social y si se quiere, de clases, para definir un rumbo contra la lógica del capital y su accionar contra el metabolismo social natural.

Buenos Aires, 20 de septiembre de 2015

A propósito de las reestructuraciones de la deuda soberana

La Asamblea General de Naciones Unidas votó por amplia mayoría los “principios generales” relativos a reestructuraciones de deudas soberanas, a propuesta de la Argentina y el G77 + China. El tema convoca a debates diversos.
Por un lado, los promotores de la iniciativa, expresan la satisfacción por 136 votos favorables, 42 abstenciones y 6 negativos. Claro que esos votos por la negativa son nada menos que de EEUU, Gran Bretaña, Alemania, Japón, Canadá e Israel. EEUU tiene por sí mismo el poder de veto en los Organismos Financieros Internacionales. Es además, el país donde los tenedores especulativos de bonos de la Argentina, los fondos buitres, lograron amparo judicial y sentencia en firme contra la Argentina por 1.600 millones de dólares. A eso habrá que adicionar los cargos que se impongan por el desacato en cumplir con la exigencia legal estadounidense. Es el costo de mantener la prórroga de jurisdicción, una manera de ceder soberanía. Es Argentina la que reconoce la posibilidad de litigar contra el país en sede externa, en este caso, Nueva York.
Por otro lado, la resolución es no vinculante y tendrá vigencia a futuro, por lo que no alcanza en las cuestiones concretas que hoy preocupan a la Argentina en el conflicto con los fondos buitres y la justicia de EEUU. La resolución habilita a pensar  y discutir la viabilidad operativa de las disposiciones y más aún, el interrogante es sobre los alcances de lo aprobado por la ONU y los beneficiarios de la misma. Si bien el texto está inspirado en los derechos soberanos de los países deudores, la resolución confirma esencialmente los derechos de los acreedores. Esos derechos nunca son puestos en cuestión, dejando de lado una reivindicación socialmente extendida que se asienta en las auditorias o investigaciones de la deuda para definir legitimidades o no, incluso el carácter odioso de las deudas, para luego definir posibilidades de pago si correspondiera.
El sistema de la deuda demanda reestructuración
La deuda pública es un problema constitutivo del orden capitalista y se asocia desde el origen a los sistemas tributarios. Es que los endeudamientos generan la necesidad de recursos públicos para atender las cancelaciones de la deuda. Es un círculo sin fin, retroalimentado regularmente. Cuando no se consiguen los recursos suficientes para atender las cancelaciones de deuda, el destino obligado es el recurrente endeudamiento y el desenlace en la cesación de pagos para reiniciar el proceso de reestructuración y endeudamiento. El aumento de la deuda y la recaudación para cancelar deuda limita la satisfacción de extendidas necesidades sociales y ni hablar de fondos para una perspectiva autónoma.
Por ello es que existen sucesivas crisis de la deuda a escala mundial y en la década del 80 del siglo pasado, liderado por Fidel Castro se proponía la creación de un Club de Deudores para oponerse a los acreedores y a su gerente, el FMI. Con ello se afectaba al sistema financiero mundial, pues la deuda estaba en manos de bancos transnacionales. La idea no era la reestructuración de la deuda soberana y la igualdad de derechos entre deudores y acreedores, sino la denuncia del mecanismo colonial e imperialista del sistema de la deuda. La esencia era contra el endeudamiento y los acreedores, por la independencia y la liberación. El contexto de la propuesta de Fidel era la crisis de la deuda y el impago mexicano de 1982, junto a la recreada situación política regional con vigencia mayoritaria de gobiernos constitucionales que sucedían a gobiernos dictatoriales,
La propuesta cubana no prosperó y de hecho ocurrieron diversas reestructuraciones favorables al sistema financiero y al orden capitalista, para recrear el sistema de la deuda hasta nuevos episodios de impagos, entre ellos el de la Argentina del 2001. De ahí el Plan Baker y el Brady, ambos Secretarios del Tesoro de EEUU. En ese marco, la iniciativa se jugó desde el FMI, que sugería mecanismos globales de reestructuración de la deuda, induciendo, claro está, el ajuste fiscal. En la lógica del Fondo, más que Club de Deudores hacía falta hacer sustentable el mecanismo del financiamiento y para ello había que sentar en la mesa de negociación a acreedores y deudores.
Quien sustentó estas posiciones demandando la necesidad de generar mecanismos de reestructuración de deudas soberanas en el 2001 fue la segunda del FMI y representante de EEUU en el organismo, la economista neoliberal a ultranza Anne Krueger. Un año después, la economista estadunidense decía: “En la actualidad, el acreedor que se mantiene firme puede frustrar un acuerdo aceptable para la mayoría y, muy posiblemente, obtener para sí mejores condiciones, lo que constituye, además, un desincentivo para que otros acreedores se organicen. En resumen, no existen incentivos para resolver el problema de la acción colectiva.”[1]
La propuesta sustentaba la organización de un mecanismo global de sustentabilidad del sistema de la deuda, negociado entre acreedores y deudores para la continuidad del mecanismo favorable a la circulación internacional de capitales. La lógica cambiaba de la demanda por unir a deudores hacia un proceso de negociación bajo la hegemonía del capital financiero, los que demandaban agilizar el proceso de circulación mundial del capital, vía inversiones o préstamos.
Paradojas y necesidad de recrear la resistencia y lucha contra la deuda
El tema ahora aparece resuelto desde la iniciativa Argentina, con el eje en la reestructuración de las deudas soberanas, alejando toda discusión global relativa a investigaciones y suspensión de los pagos, algo que sugería la iniciativa del Club de deudores.
La expectativa seguirá estando en la dimensión nacional, sea el informe que se espera para noviembre de la Comisión bicameral de investigación de la deuda argentina entre 1976 y el presente, u otros procesos en curso, como la Comisión de la Verdad organizada por el parlamento griego y claro, las diversas iniciativas populares que colocan el acento en la denuncia del carácter ilegitimo y odioso de las deudas, y por ende continuar luchando por las auditorías y mientras, las suspensiones de los pagos, que son cuantiosos y comprometen recursos fiscales para demandas sociales.
Buenos Aires, 12 de septiembre de 2015



[1] El mecanismo de reestructuración de la deuda soberana: Un año después. Por Anne O. Krueger. Primera Subdirectora Gerente Fondo Monetario Internacional. Disertación pronunciada en la Conferencia del Banco de México, "Estabilidad macroeconómica, mercados financieros y desarrollo económico". Ciudad de México, 12 de noviembre de 2002. En: https://www.imf.org/external/np/speeches/2002/111202s.htm

Política industrial en tiempos de crisis y transnacionalización

Con la celebración del día de la industria resurgieron debates sobre el modelo productivo y de desarrollo en la Argentina.
Por un lado, la vos oficial estuvo a cargo de la Presidenta de la Nación en la celebración realizada en Tecnópolis el 2/9/15. Por otro lado se pronunciaron los agrupamientos patronales.
Más allá de los discursos y opiniones del gobierno y las cámaras empresarias, emerge la compleja realidad del sector industrial, que arrastra casi dos años de caída de la producción.
Es algo que ocurre en el marco de la crisis mundial, que afecta a la demanda de la producción fabril local. Se trata principalmente de la caída económica del Brasil, principal comprador de bienes industriales locales y que parece no resolverse en el corto plazo.
Desde el discurso oficial se sostiene la necesidad de sustituir importaciones y exportaciones.
Sustituir importaciones
Reemplazar importaciones por producción local es una antigua aspiración del sector industrial local, materializada en general en tiempos de cierre de la economía mundial, especialmente propiciada por las condiciones de guerra. La falta de provisión externa motivó el impulso a la producción local, sustituyendo importaciones.
Por eso, la industrialización local estuvo impulsada de manera acelerada entre los años 20 y 50 del Siglo XX, con presencia de capital local y extranjero. La estructura social con mayoría de trabajadores asalariados y extensión de una burguesía local tiene esos antecedentes.
Es cierto que preferentemente se impulsó la industria liviana, productora de bienes de consumo. El motivo remite a la menor inversión de capital original para encarar esos procesos productivos, facilitando la emergencia de una nutrida capa de empresarios pequeños y medianos de capital local en capacidad de producir para abastecer el mercado interno.
Fueron tiempos de expansión del proletariado y florecimiento de una burguesía local, que animaron procesos políticos como el del peronismo, que proyectan su presencia hasta nuestros días. Una lógica destacada de ese fenómeno alude al pacto social implícito y explícito entre el capital y el trabajo, algo que Cristina Fernández enfatizó para este tiempo de crisis.
También hubo desarrollos de la industria pesada, relativa a la producción de medios de producción. Allí, el principal papel se concentró en el capital estatal y el extranjero. Ese proceso tiene distintos momentos para su expansión y con gran visibilidad hacia fines de los años 50 y hasta mediados de los setenta, en el esplendor de las políticas desarrollistas.
Con la dictadura genocida se inicia un paulatino desarme des-industrializador, con impacto directo en el desempleo, la precariedad laboral, la extranjerización y el aliento a la introducción de la producción externa en el mercado local.
Papel del Estado
El sujeto de la industrialización ha sido el Estado, impulsando sucesivamente el despliegue de la industria local, la radicación de capitales externos en el sector fabril, y claro, también se favoreció el sector público industrial y su posterior desarme y desarticulación.
El Estado activó y desactivó la producción local o externa con el fin de abastecer el mercado interno y/o el mercado externo.
Por eso, del mismo modo que el Estado favoreció políticas industriales orientadas a promover el mercado interno, también modificó la orientación para abastecer al mercado mundial, especialmente en tiempos de transnacionalización.
En el mensaje presidencial del 2 de septiembre[1] se alude a una mayor apertura económica de la Argentina construida en los últimos años, con la suma de importaciones y exportaciones del 25,3% del PBI para el 2014, contra un 17,2% en los años noventa. Se pretende demostrar que el país no solo no está aislado, sino que la creciente apertura de la economía es un dato de la realidad y en rigor, es expresión del proceso mundial de transnacionalización.
Es verdad que no solo la Argentina alienta el fenómeno de ensamble o armaduría y que transnacionalización mediante estos mecanismos se expanden por todo el mundo. Claro que se discute la proporción de fabricación local en el armado final, y por eso se insiste en sustituir importaciones.
Lo real es que resulta cada vez más difícil esa sustitución ante la creciente apertura económica y la dominación de las transnacionales en el sistema mundial y con expresión en nuestro país.
En la Encuesta Nacional de Grandes Empresas, ENGE[2], que difunde el INDEC, con datos al 2012, se muestra la dominación del capital extranjero sobre las 500 más grandes empresas de la Argentina. Son datos que excluyen al sector agrario y financiero, por lo que resalta la dominación fabril de la concentración y centralización de los capitales externos en todas las ramas de la producción fabril.
Sustitución de exportaciones
La gran novedad en el discurso presidencial proviene del enunciado de sustituir exportaciones ante el límite de la capacidad de compra del exterior, algo que tiene que asociarse a a su contrario, es decir, a la capacidad adquisitiva del mercado interno.
¿Podrá el mercado interno sustituir las compras externas? Es difícil pensar en el consumo local de la producción primaria, aun cuando operaron restricciones hacia algunas importaciones y que no resultaron en ampliación del consumo local. Pero, el interrogante apunta también a la producción fabril, especialmente asociada al nivel de ingresos de la población y las opciones, según estratos sociales de ingresos, de consumo. ¿Existe capacidad local de consumo del 50% de la producción automotriz destinada a Brasil?
Los estímulos al crédito para el consumo favorecen compras en el mercado interno, a costa de un mayor endeudamiento de las familias, con el límite de los ingresos de la mayoría de la población, entre ellos los asalariados, jubilados, y/o perceptores de planes. Incluso, los sectores de elevados o de medianos ingresos  se asocian a la presión por una devaluación orientando sus excedentes en la compra de divisas, restringidas en el mercado oficial y por ende estimulando el ilegal y con ello la especulación con las monedas extranjeras.
Resulta contradictorio el mensaje favorable a la mayor apertura de la economía con el aliento a una política de sustitución de importaciones y exportaciones.
Lo que no se considera es el carácter mundial de la economía capitalista en crisis, la inserción subordinada de la Argentina en la misma y por ende la necesidad de discutir el propio capitalismo si se pretende un rumbo independiente. Rumbo que requiere discutir no solo la producción local, sino la articulación e integración regional y mundial para un proceso de industrialización no dependiente.
Ello supone una mirada crítica al orden económico social vigente y una mayoría social dispuesta a la confrontación con el poder transnacional y sus socios locales,
No solo se trata de la crítica teórica o discursiva, sino de construir una densidad social y política en condiciones de construir otra realidad sustentada en otro modelo productivo y de desarrollo para beneficio de la mayoría desfavorecida en nuestro tiempo.
Buenos Aires, 5 de septiembre de 2015