Orientaciones de política económica de la presidencia Macri

La campaña electoral, la designación del gabinete de ministros, especialmente en el área económica, y unas primeras declaraciones del Presidente electo nos otorgan algunas pistas sobre la orientación general de la política económica de la próxima gestión de gobierno a partir del 10 de diciembre.
El privilegio es la inserción internacional ratificando y ampliando las relaciones con China y fortaleciendo los vínculos con EEUU. Es un movimiento que piensa hacerse efectivo desde las relaciones en la región, es decir, intervenir en modificar explícitamente el núcleo de definiciones sugeridas por la integración regional. Ese es el marco para la denuncia sobre Venezuela en el Mercosur y la orientación para acercar a la región a la Alianza del Pacífico y su proyecto liberalizador.
Se trata de retomar la agenda por el libre comercio y hacerlo no solo desde la Argentina, sino promoviendo un cambio discursivo en la institucionalidad de la integración regional, en el Mercosur, la Unasur y la CELAC. Aun cuando no tenga éxito el gobierno Macri en sus propósitos con los países vecinos y socios de la integración, lo que importa es buscar la difusión de un discurso pro mercado y liberalización contrarrestando la lógica discursiva, aun con pocos éxitos de la integración alternativa.
La reciente realización de un Encuentro Hemisférico de lucha contra el libre comercio en La Habana, Cuba, a 10 años del No al ALCA adquiere relevancia para el movimiento popular de la Argentina, ya que la lógica que intentará el gobierno Macri para colocar al país en posición más amigable con la política exterior liberalizador de EEUU exige ser confrontado desde nuestro territorio.
Mirando hacia el interior, el marco de alianzas que define el gabinete asocia al gobierno con ejecutivos de grandes empresas extranjeras y profesionales fuertemente vinculados a la lógica discursiva del poder económico. Incluso la sorpresa de la continuidad del ministro de Ciencia y Tecnología debe encontrarse en los oportunos elogios del titular de Monsanto hacia la Argentina por su orientación en los desarrollos científicos relativos a los transgénicos y químicos (glifosato), un tema central en la estrategia de las transnacionales de la alimentación y la biotecnología. Los desarrollos en el área son políticas de Estado, explicó Cristina Fernández para avalar la continuidad de su ministro del área en el gobierno Macri.
Dólar, retenciones y tarifas
La unificación y corrección del tipo de cambio aparece como la primera medida de interés mediático, asociada a alguna rebaja progresiva en las retenciones, aún transitoria, especialmente en materia de soja, acompañado de la posible eliminación de otras retenciones a las exportaciones, caso del trigo, el maíz y otros cultivos, como también de la carne.
El objetivo apunta a una cotización de dólar que se ubique por encima del oficial y más cercano al ilegal o blue, en el supuesto que los precios de la economía ya están fijados en esa magnitud.
Vale mencionar que nadie puede asegurar que eso sea así, y sin perjuicio que muchos precios se están ajustando bajo esa premisa, la enunciación de la medida luego de la asunción presidencial puede impactar en subas de muchos precios, y consolidar una agresión expresa a la capacidad de compra de la población que vive de ingresos fijos y bajos.
La suba de los precios anticipando la devaluación define las condiciones de arranque de la nueva etapa, con sus consiguientes beneficiarios y perjudicados.
En simultáneo a las correcciones del tipo de cambio, las elevadas tasas de interés buscarán estimular las colocaciones en pesos en el sistema financiero. Se continúa así con la pretensión gubernamental para atraer los dólares atesorados.
De ese modo, entre liquidaciones de la soja en silos, estimada en 4.500 millones de dólares, sea por reducción parcial de las retenciones y el corrimiento del precio de la divisa vía devaluación, se espera recomponer reservas internacionales disminuidas.
Claro que la expectativa estará en la búsqueda de fondos del exterior, consolidando el carácter de inversor y prestamista de China y normalizando la situación con EEUU y el sistema financiero mundial, lo que impone negociaciones concretas con los acreedores de la sentencia Griesa: los fondos buitres. En ese sendero está el camino de la normalización de las relaciones con el FMI, incluida la posibilidad del financiamiento.
El ajuste de las tarifas eléctricas mostrará el camino de la adecuación de las tarifas de servicios públicos, con el doble objetivo de reducir el déficit fiscal vía eliminación o reducción de subsidios y conceder a la demanda de las empresas para transformar subsidios en precios a facturar a los usuarios. El solo anticipo de la propuesta viene impactando en la valorización bursátil de las empresas energéticas, ya que descuentan el retorno a la senda de la rentabilidad. El impacto es aumento de los precios que incide en el costo de la cotidianeidad de los usuarios, con impacto diferenciado según el nivel de ingresos en las familias.
La adecuación del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias que se comenta tiende a buscar consenso en buena parte del millón de trabajadores que hoy es sujeto de esa contribución tributaria. Al mismo tiempo se supone un incremento del gasto personal por ese mayor ingreso y que pueda incidir en la recaudación tributaria.
Rumbo estructural y respuesta social
Desde el Ministerio de Trabajo se intentará avanzar en una especie de pacto social entre patronales y sindicatos para morigerar la demanda de actualización salarial. La historia de los pactos sociales supone la descarga del costo de la reducción inflacionaria a costa del salario, el precio de la fuerza de trabajo, aun cuando la incidencia de este en el precio final de bienes y servicios no sea determinante.
La política económica del gobierno entrante será enunciada en crítica a la del gobierno saliente, aun cuando expresará continuidades esenciales en la promoción del modelo productivo y de desarrollo. Se explicará hasta el cansancio la crítica por a la herencia recibida para intentar descargar cualquier ajuste sobre las espaldas del gobierno saliente y así descargar el costo del relanzamiento del orden capitalista sobre la mayoría de la población.
No es ninguna novedad la continuidad del rumbo estructural, las que empezaron a definirse en el largo plazo del programa económico de la dictadura (Plan Martínez de Hoz, 1976), afianzado en los noventa del siglo pasado (Menem-Cavallo; De la Rúa-Cavallo) y consolidado por estos años. Conviene acotar la satisfacción del múltiple ex ministro con las orientaciones que se anticipan. Quizá Cavallo está buscando su lugar en la administración Macri, aunque solo sea como aval intelectual.
Con lo estructural remitimos a la expansión de la frontera sojera, a la expansión de la mega-minería, la industrialización (armaduría) dependiente de insumos externos, asociado a una lógica de recurrente endeudamiento público y fuga de capitales. Todo sustentado en el consumo masivo (consumismo) de una producción altamente concentrada y centralizada con fuerte dependencia del capital externo.
El dato relevante de la orientación económica del gobierno Macri apunta a explicitar el programa económico de las clases dominantes. Claro que eso incluye contradicciones entre sectores del poder económico y entre la estos y el equipo en el gobierno. Vale adicionar en la consideración final, que además del poder y la burocracia existe la sociedad en su conjunto, la que recibe los impactos de la política de gobierno.
¿Cuál será la respuesta social a la política oficial está por verse? Quizá, la actitud de los trabajadores del Diario La Nación en réplica a un reaccionario editorial de la empresa mediática emblemática del poder conservador nos anticipe que el ánimo de la población actual está más asociado a las respuestas populares del 2001 que a las de los 90 del siglo pasado.
Puede ser una señal de los tiempos venideros, donde no solo existe iniciativa política del poder, sino reflejos de organización social de la experiencia reciente para pensar en perspectivas de alternativa política.

Buenos Aires, 28 de noviembre de 2015

Macri será el nuevo presidente de la Argentina

Tras un año de elecciones, finalmente se develó la incógnita para el nuevo turno presidencial desde el 10/12/2015: Mauricio Macri fue electo por el voto de 12.903.301 personas, un 51,40% de votantes, contra 12.198.441, un 48,60% del oficialista Daniel Scioli. La diferencia son 704.860 votos, un 2,80%. Los votos en blanco, nulos, recurridos o impugnados fueron 636,818, un escaso 2,47%. Son datos relativos al 99,17% de las mesas escrutadas[1] con más de 80% de votantes sobre el padrón electoral.
Se trata de un final reñido para un nuevo ciclo de disputa política en la Argentina. El resultado confirma nuestra tesis relativa a las novedades políticas en la Argentina desde la crisis del 2001. El bipartidismo tradicional entre peronistas (PJ) y radicales (UCR) cedió lugar a las nuevas identidades que disputaron el balotaje reciente, con coaliciones que en magnitudes diversas contienen a peronistas y radicales, entre otras identidades políticas vigentes en la Argentina. Macrismo y kirchnerismo son la novedad política de estos años.
Macrismo
Macri organizó su partido en estos últimos 10 años, el PRO, con aportes sustanciales de cuadros y votos provenientes del peronismo e incluso, aunque menos, radicales y de otras tradiciones políticas y de la gestión empresarial. Esa fue la base para dos periodos de gobierno en la ciudad capital de la Argentina (2007-2011 y 2011-2015) y asegurar un próximo tercer mandato liderado por su colaborador más inmediato. Supo en el último tiempo organizar una coalición, CAMBIEMOS, aprovechando la dilatada estructura radical, presente en prácticamente todo el país y favorecer la supervivencia del viejo partido de Irigoyen, que ahora acumula unos cuantos legisladores, intendentes y gobernadores, cuando parecía desaparecido de la escena política.
El PRO presenta ahora a sus principales cuadros al frente de la gestión del distrito nacional, la ciudad capital del país y la Provincia de Buenos Aires, expresión de un 37/38% de la economía, la población y el peso electoral, que además, fue la gran novedad en la elección de octubre al desplazar al oficialismo, favorito en todas las encuestas y análisis político. Se trata de un peso importante en la disputa por la hegemonía política y en la capacidad de consolidar poder territorial propio para nacionalizar una fuerza surgida desde la Ciudad de Buenos Aires.
Los votos propios logrados por el PRO son el 25% aportado en las primarias (agosto del 2015), en las que su coalición, CAMBIEMOS, consiguió el 30%; extendido a 35% en las elecciones generales de octubre (25/10) y logrando el 51,40% en el balotaje (22/11). El candidato tiene tradición en la derecha política y expresa por primera vez en la historia reciente (1983-2015) incluso más atrás, la emergencia de un partido de derecha con votos en la disputa institucional. La mayoría de sus votantes no son propios y difícilmente pueda considerarse a la mitad de sus votantes como de derecha, aunque constituyen una base masiva para construir consenso al proyecto de restauración conservadora.
Kirchnerismo
El kirchnerismo emerge como versión renovada del peronismo en 2003 y con capacidad de incorporar a sectores políticos con identidad a la izquierda del peronismo, con atracción de intelectuales y jóvenes, especialmente sobre fines del primer mandato de Néstor Kirchner (2003-2007). El kirchnerismo no es necesariamente peronismo, tal como lo fue el menemismo, sino que constituyó el intento de construir un proyecto transversal con capacidad de actuar sobre diversas organizaciones sociales y políticas para extender su base social.
Tres periodos de gobierno (2003-2007; 2007-2011; 2011-2015) y una importante votación e imagen de Cristina Fernández da cuenta de la eficacia en la construcción de consenso de estos años, favorecidos por una coyuntura internacional de alza de precios internacionales de las comodities, especialmente de la soja y la minería que abonaron una política social masiva que atendió la demanda de ingresos de millones de personas. Los principales logros sobre los que construyó el consenso se sustenta en la política social aludida; la posición asumida en las relaciones internacionales, orientadas hacia la región latinoamericana y caribeña, coronada en 2005 en la Cumbre de Presidentes de las Américas realizadas en Mar del Plata; que en convergencia con la Cumbre de los Pueblos, se impidió el resurgimiento de la agenda por el ALCA que pregonaba el presidente de EEUU en ese tiempo; y en una política de DDHH, especialmente concentrada en la memoria relativa a los años de la dictadura genocida (1976-1983), la anulación de las leyes de la impunidad y el aliento a los juicios a los genocidas.
La falencia en la construcción de poder propio está clara en el estilo de gestión kirchnerista, que impidió asegurar la continuidad del ciclo. El candidato seleccionado para la disputa electoral nunca satisfizo a los núcleos militantes del oficialismo y solo se sostuvo por las mediciones de consenso electoral provistas por las consultoras de opinión y la decisión de la presidente. El kirchnerismo no pudo gestar en 12 años una línea de cuadros para la sucesión, ni mostró capacidad, más allá de organizar fuerza propia, para disputar consenso en la organización del movimiento social, ni entre los trabajadores, ni en los territorios, los establecimientos educativos o diversas expresiones de la organicidad popular. El extendido vínculo del consenso se procesaba entre el liderazgo de Néstor y Cristina con sus adherentes, dando cuenta de una falencia en la construcción de mediaciones de poder en el movimiento popular. De aquí surgen las incógnitas del futuro cercano del kirchnerismo, ya que la base de poder devino de las posiciones en la gestión del Estado.
Peronismo
Hay peronismo en la coalición que lidera Macri. Existe peronismo en el kirchnerismo, y también están los peronistas disidentes, liderados por la coalición entre Sergio Massa y José Manuel De la Sota, quienes colectaron el tercer lugar en la elección general de octubre pasado y con 5,5 millones de votos. Un caudal que mayoritariamente optó por Macri, con señales orientadoras en ese sentido de los principales líderes.
Luego de la muerte de Perón en 1974 habiendo legado su proyecto al Pueblo, el peronismo fue derrotado a la salida de la dictadura por Raúl Alfonsín (1983-1989) y resurgió con proyecto reaccionario con Carlos Menem entre 1989 y 1999 para consolidar los cambios estructurales regresivos imaginados en tiempos dictatoriales (1976-1983). El proyecto del terrorismo de Estado fue posible luego, desde el consenso logrado por el peronismo (menemismo) en el gobierno. Se destaca en este sentido la afirmación del modelo productivo y de desarrollo subordinado a la dominación de las transnacionales de origen extranjero, la exacerbación del extractivismo para la exportación y la profundización de la dependencia y la especulación con eje en el endeudamiento público y la fuga de capitales.
De la mano del peronismo llega Néstor Kirchner al gobierno y construye su propio poder más allá del peronismo. Ello genera las disidencias que habilitan a pensar en una nueva ronda de disputa por el liderazgo de la identidad peronista. Ya dijimos que buena parte de los votantes de Macri provienen del peronismo, aunque la disputa por el legado peronista se procesará entre el kirchnerismo y los gobernadores de esa tradición y muy especialmente por la alianza entre Massa y De la Sota.
Es probable también que el macrismo dispute una transversalidad corrida a la derecha para captar dirigentes y referentes del peronismo y otras identidades políticas.
¿Por qué ganó Macri?
Mucho del voto en el balotaje fue en contra. Contra Macri se votó, en buena parte, a Scioli. Contra el kirchnerismo, o contra Cristina Fernández, muchos votaron a Macri. Esta opción fue más fuerte y sobre 7,5 millones de votos hacia otros candidatos en octubre pasado, Macri colectó 4,5 millones y Scioli 3 millones. La lógica del balotaje es la opción entre uno y otro, y así se percibió por 25 millones de electores y un escaso voto blanco, nulo o recurrido.
El voto castigo es la primera explicación que puede encontrarse, aunque el consenso del oficialismo es amplio, no solo por la votación (48,60%) sino por la elevada imagen positiva con que deja el gobierno Cristina Fernández luego de 12 años.
Ya mencionamos que el candidato oficialista no fue el mejor y no tenía grandes diferencias con Macri, ni por su origen empresario, su inicio en la política de la mano de Menem y una gestión de la Provincia de Buenos Aires por dos periodos (ídem Macri en la Ciudad de Buenos Aires) y con resultados no muy distintos en salud, educación, seguridad, inseguridad, entre otros aspectos.
La evolución de la economía, especialmente desde el 2011, con el 54% de apoyo electoral al segundo periodo de Cristina Fernández, no tuvo los mejores datos. La crisis mundial golpeó con bajas de los precios internacionales. La inflación se elevó considerablemente afectando los ingresos populares. Las reservas internacionales, de un máximo de 52.000 millones de dólares en 2011 se redujeron a la mitad en el presente, explicado por la fuga de capitales y la cancelación de una deuda que hipoteca y condiciona el presente y futuro del país, junto a una sentencia en firme en EEUU para cancelar 100% de la deuda de inversores no ingresados al canje de deuda del 2005 y 2010, los fondos buitres. El empleo dejo de crecer y la caída de la producción industrial puso en evidencia los límites del proceso de producción fabril, reducido a una armaduría dependiente de insumos extranjeros, especialmente con déficit energético.
Ni la política, ni la economía fueron datos favorables para un cuarto periodo de gestión kirchnerista. El resultado se sustentó en la oferta de “cambio” propuesta por Macri, quien licuó su programa tradicional haciéndola más amigable a varios proyectos del gobierno kirchneristas. Todo parecía que la oferta era cambiar el estilo de gestión, aunque se reconoce que el espectro intelectual profesional detrás del futuro presidente supone la restauración de un programa más favorable a las clases dominantes.
Un elemento destacable fue el papel de los medios favorables a la oposición que instalaron un sentido común de crítica a la gestión del gobierno. A su vez, la prensa oficialista no pudo superar el estilo de propaganda orientada hacia los convencidos, sin asumir una mínima crítica a las políticas oficiales y eludiendo los descontentos sobre el candidato y la campaña oficialista.
El carácter contrario al proceso de cambio latinoamericano en la prensa hegemónica organizada desde monopolios privados de comunicación propagandizó una crítica al ciclo inaugurado desde la elección de Hugo Chávez en Venezuela en 1999 y otros procesos regionales que intentaron el aliento a una integración no subordinada. La prensa instaló con éxito la crítica a la experiencia venezolana e identificó la propuesta de la revolución bolivariana con el destino del gobierno kirchnerista, cuando nunca éste asumió el proyecto anticapitalista formulado desde Caracas.
Primeros mensajes
Reorientar la política internacional, con iniciativas contra Venezuela e Irán, promoviendo nuevas y renovadas relaciones con China y especialmente con EEUU. Se trata de un mensaje claro de alineamiento con el programa liberalizador que sustenta el imperialismo y las clases dominantes, empujando desde el Mercosur el acercamiento con la Alianza del Pacífico.
Las designaciones en el Gabinete no tienen sorpresas, salvo la continuidad del Ministro de Ciencia y Tecnología que acompañó a Cristina Fernández en sus dos periodos de Gobierno. El elenco de gobierno son profesionales y políticos de concepción neoliberal y con orientación a promover la iniciativa privada, el acceso de inversiones externas y la reinserción de la Argentina en el sistema financiero mundial. Buena parte de los funcionarios del nuevo gobierno tienen curriculum en empresas privadas.
El mensaje cuidadoso en la campaña electoral puede continuar en la primera parte de la gestión, aunque la anunciada unificación del tipo de cambio (devaluación de la moneda) puede impactar no solo en cambios de los precios relativos, sino en la percepción de la población sobre el sentido de la política de la nueva gestión presidencial. Es algo que se hará visible en los próximos días, luego de la asunción el 10 de diciembre.
Los mercados respondieron al estímulo de un gobierno pro mercado y en estos primeros días se mostraron al alza e incluso con tomas de ganancias en el corto plazo, dando cuenta de una sensibilidad para la especulación pro capitalista.
Para pensar
El cuadro descripto es de crisis del sistema político, con emergencia de nuevos actores que disputan la identidad del pueblo argentino; con el macrismo pretendiendo una transversalidad hacia la derecha. Al mismo tiempo habilita a pensar en la posibilidad de construir alternativa política popular. Es algo no logrado desde la crisis del 2001; especialmente cruzado por la emergencia del kirchnerismo y su transversalidad hacia la izquierda. El desafío se suscita en la potencialidad de construir alternativa política para impedir la restauración e ir más allá de lo posible que permite el orden capitalista contemporáneo en proceso de crisis mundial.
Se requiere caracterizar adecuadamente el momento actual, que no es el retorno liso y llano a los 90´; sino una propuesta de modernizar el proyecto político de las clases dominantes, que por primera vez accede al gobierno con el consenso de los votos.
En la reelección de Menem en 1995 existió consenso al proceso de reestructuración regresivo desplegado en el primer mandato entre 1989 y 1995. No es lo que ocurre ahora, con una mayoría lograda como voto castigo al gobierno. No hay mandato explícito para la restauración de los 90´ aunque el gobierno sustentará su programa liberalizador en el apoyo electoral.
Baja estas condiciones es que se requiere pensar críticamente la realidad y proponer una perspectiva de emancipación social más allá del régimen del capital.
Buenos Aires, 27 de noviembre de 2015

En vísperas del balotaje argentino

Este comentario será efímero. Solo tendrá vigencia por algunas horas, ya que pronto, el 22/11, el voto definirá quien asumirá la presidencia de la Argentina para el próximo periodo que se inaugura el 10/12.
La discusión es intensa en varios ámbitos que transitamos en nuestra cotidianeidad. Se debate el último discurso de uno u otro de los candidatos y el sentido de cada campaña. Se discute el comentario de algún analista o político afín a uno u otro, a al voto blanco o la impugnación.
Entre los argumentos se encuentra la utilidad o no de las opciones en curso y en las familias y entre amigos aparece la pasión irreconciliable.
Lo determinante es la politización que genera el acontecimiento electoral y hace tiempo que esto no ocurre. Es una aspiración que este estado de discusión política se sostenga más allá del acto electoral del 22/11.
El asunto está asociado al sistema electoral que introduce la opción del balotaje y algunos insospechados de adhesión hacia algún candidato incorporan el lenguaje de la facción que sostiene la candidatura.
Por un lado están los que optan por Scioli y argumentan que es el mal menor e incluso defienden el modelo de país agredido por el candidato de la derecha. Hasta ayer nomás sustentaban otra candidatura, insatisfechos con el gobierno o la oposición ahora más votada. Otros optan por Macri, no por convicción, sino cansados del kirchnerismo, tal como argumentan en el propio oficialismo.
Algunos definen la ecuación en términos de abismales diferencias de proyectos políticos de candidatos que gobiernan hace 8 años el distrito Capital y la Provincia de Buenos Aires. Ambos candidatos mantuvieron diálogos amistosos hasta ayer nomás. Se los veía compartir y disputar fútbol, como escenarios de debate político. Hasta hubo acuerdos para aprobar legislación que hiciera gobernable ambos distritos, claro que también diferencias, para no igualarlos en toda la línea.
Solo aparecieron las diferencias ahora, con el balotaje, y los dos corrigen sus discursos en busca de los electores necesarios.
Daniel Scioli asume algunas propuestas de Massa, como el 82% móvil para el salario mínimo o la actualización del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias de cuarta categoría. No se entiende por qué no remitió una ley al Congreso en ese sentido. Mauricio Macri sostiene ahora la gradualidad en la eliminación de las restricciones al mercado de divisas, el llamado “cepo”.
Un interrogante es si los compromisos de última hora serán un pacto de ejecución desde el 10/12 o solo estratagema al límite de la elección final.
¿Qué esperar luego del 22/11?
Con el resultado electoral se conocerá los equipos completos que acompañarán al Presidente electo, aun cuando el oficialismo ya anticipó el gabinete. A partir de allí podrán deducirse las orientaciones de las primeras medidas de política económica y orientaciones en diferentes áreas de gobierno. Esta política económica se deriva del diagnóstico que realicen sobre el estado de las cuentas nacionales. Ese es el marco para entender que cambia y que se continúa.
Puede cambiar el diagnóstico sobre la situación de los precios y su medición; lo que supone correcciones o continuidad de la política económica en ese sentido. Ello va desde que hacer con el INDEC hasta definir la política de gobierno en materia de negociación salarial, especialmente entre los docentes, un clásico en cada fin de año y comienzo de otro. Pero si de precios se habla, ello incluye el del dólar, el tipo de cambio, y de hecho, la relación entre el peso y las monedas extranjeras. Todos sabemos, en las condiciones actuales, que ese precio se traslada a varios otros precios de la economía, con pérdidas directas en la capacidad de consumo entre los perceptores de ingresos fijos y ganancias acrecidas entre grandes productores y exportadores.
Vale mencionar con relación a operaciones a futuro sobre divisas, que la Justicia allanó esta semana el BCRA y preventivamente se suspendieron esos negocios hasta la próxima semana, pasado el balotaje. Todo para evitar especulaciones con divisas en un momento de bajas reservas internacionales. Donde se especuló en forma fue en la Bolsa de Valores, especialmente con acciones de las empresas de energía, puesto que los operadores bursátiles descuentan la disminución o eliminación de los subsidios de las tarifas (precios de los servicios públicos privatizados).
En materia de precios, algunos imaginan la convocatoria a algún tipo de pacto social entre patrones y trabajadores; una conciliación para contener precios de bienes y servicios por un lado y de salarios por el otro. Es una ecuación en la que siempre pierden los trabajadores, máxime cuando más de un tercio del trabajo es informal, precario y con un promedio de ingresos que apenas ronda los 6.000 pesos mensuales.
Una gran incógnita, de lo que poco se habla, es como negociarán los candidatos, ya presidentes, el tema de la deuda, especialmente con los fondos buitres que tienen sentencia de la Justicia estadounidense que obliga a la Argentina a cancelar el 100% de la deuda reclamada. Existe una comisión bicameral que ya debió expedirse sobre una investigación de la deuda entre 1976 y el presente y nada se sabe al respecto. Algunos de los legisladores designados vencen en su mandato el 10/12 y todo indica que la investigación de la deuda desde la dictadura seguirá siendo una asignatura pendiente.
Lo que no se discute
La política económica puede cambiarse total o parcialmente, pero no el modelo productivo y de desarrollo que comparten ambos candidatos.
Se trata de la expansión de la frontera agrícola, principalmente sojera; la mega minería a cielo abierto; o la extracción de hidrocarburos no convencionales vía fractura hidráulica (fraking). Extractivismo exacerbado dicen algunos; otros directamente capitalismo, en la era de la transnacionalización. En la industria se sostiene el modelo de armaduría con dependencia al ingreso de insumos que define la dependencia del sistema fabril de la tecnología de las transnacionales, algo común en la producción agraria e industrial.
Ambos candidatos son tributarios de la dependencia de las inversiones externas y el crédito del sistema financiero mundial. La dependencia está en el centro del modelo productivo y de desarrollo, sustentado en la aplicación del consumo y el endeudamiento público, privado y personal.
Me discutía un compañero que es lógico que esto no se discuta, ya que el capitalismo es la norma del presente, no solo para Argentina y la región, sino para todo el planeta. Con ello, el capitalismo es el límite de lo que puede sostenerse en la coyuntura y cualquier otro horizonte solo entraría en el campo de lo utópico. Por ende, el capitalismo no se discute y es el límite de lo posible.
El horizonte del otro mundo posible a que convocaban las movilizaciones locales, regionales y globales en el 2001, solo son parte del recuerdo para buena parte de los críticos al orden neoliberal. Otros claro, demandan, aun con eufemismos el retorno a las políticas de mercado, a la apertura económica y a la libertad de mercado en tiempos de dominación monopolista, lo que niega en la práctica la llamada libertad de competencia o el régimen de libre mercado.
Todo un problema cuando se trata de definir el rumbo por el que luchamos; nuestro horizonte para explicitar una conducta, en este caso, la opción electoral, por uno, otro, o blanco o impugnación.
Inserción internacional y DDHH
Es cierto que existen algunos temas centrales donde aparecen posicionados en contradicción los candidatos, y en los que conviene detenerse. Remito a la inserción internacional de la Argentina y a la política de Derechos Humanos, especialmente los relativos a la memoria sobre la Dictadura.
El candidato Macri anticipa que llevará al seno del Mercosur la cláusula democrática contra Venezuela y más grave aún, existen amenazas en estas horas que repiten el dicho de la derecha sobre el “curro” de los DDHH.
Todo ello puede anticipar un corrimiento de las alianzas internacionales de la Argentina, más proclives a la agenda estadounidense.
El tema preocupa, no solo por lo que acontece en el país. Por caso, en Uruguay existen reclamos contra los dichos por el ex canciller frenteamplista de ese país, ahora al frente de la OEA, sobre Venezuela. Además y gracias a la movilización popular se impuso la salida de Uruguay de las negociaciones por el TISA, un ALCA contemporáneo.
La realidad es que existe una presión de las clases dominantes para que la agenda regional se reoriente hacia la integración subordinada.
Son sospechas concretas y reales, aunque poco se tiene en cuenta el papel de la organización popular en sustentar ambas agendas, sea la histórica lucha por el NO al ALCA y contra la liberalización; como la persistencia de organismos sociales, sindicales y de Derechos Humanos en no olvidar ni perdonar el genocidio del terrorismo de Estado.
Por eso es que no alcanza con la voluntad del futuro Presidente, o la del Parlamento, incluso la Justicia, para hacer realidad una inserción internacional que favorezca un proceso de independencia por otro mundo posible; o la continuidad de una política de reivindicación de la memoria histórica y la defensa de los derechos humanos integrales en el presente. Ambas tareas son patrimonio de la lucha y la organización popular.
Hace poco la CTA Autónoma señaló que gane quien gane los trabajadores deberán en la calle enfrentar las políticas de ajuste, sea por una política de  shock o gradual. Más allá de la opción electoral y que no da los mismo uno que otro, y que es válido votar en blanco o impugnar, la vida continua y con ello la lucha por hacer realidad la posibilidad de luchar por otro mundo posible.

Buenos Aires, 20 de noviembre de 2015

La crisis mundial como trasfondo del debate por el balotaje argentino

Se acerca la fecha del balotaje, el 22/11, y se multiplican los análisis sobre las posibilidades futuras de la evolución económica, política y cultural de la sociedad argentina bajo el nuevo gobierno que se instale el 10/12.
Existe una politización creciente del debate cotidiano y no existe la indiferencia, sea por el voto a uno u otro, e incluso por el voto blanco, nulo, impugnado, o directamente la acción de no asistir a votar.
La cuestión no solo aparece en el país, sino que es motivo de discusión en toda la región, algo que verificamos en Medellín entre el 9 y 13 de noviembre, en el ámbito de la XXV Asamblea de CLACSO, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, y su VII Conferencia de Ciencias Sociales con intelectuales y académicos de toda la región y el mundo.
Una pregunta obligada que receptamos es ¿cómo está la situación en Argentina y quién ganará? Para luego asociar la respuesta a una conversación sobre lo que ocurre en toda la región.
Es más, en dos conferencias magistrales, masivas, de los ex presidentes de Brasil y Uruguay, Lula y Mugica; ambos expresaron las preocupaciones por los tiempos que corren en el mundo y en la región. Pusieron de manifiesto las tensiones que existen sobre el proceso de cambio regional en curso en este comienzo del Siglo XXI. Es un tema que recorre buena parte de las discusiones en paneles diversos, pero sobre todo en los corrillos informales. La discusión apunta a discernir sobre el momento actual del proceso de cambio político regional.
Algunos resaltan en sus intervenciones y debates las tareas pendientes de los gobiernos, mientras que otros argumentan sobre los proyectos que quedaron en el camino y podrían haber intervenido en la promoción de cambios estructurales; especialmente todo lo atinente a nuevas articulaciones productivas en materia de alimentos y energía, sin olvidar la propuesta por una nueva arquitectura financiera, por remitir a los “económico”.
Esta iniciativa política sobre las finanzas tenía en el Banco del Sur un eje central para pensar en financiamiento para un desarrollo alternativo, o mejor aún, alterativo. Toda demora en su ejecución fortaleció condiciones de rearme del poder.
La crisis, el secretismo y la restricción democrática
La cuestión de fondo que tiñe el debate local, regional y mundial es la continuidad de la crisis mundial y la ofensiva capitalista por la liberalización, entre lo que destaca el reciente Tratado Trans-Pacífico, el TPP.
A 10 años del No al ALCA, la ofensiva del secretismo vuelve con el TPP, demostrando que la lógica neoliberal del capitalismo de ésta época es profundamente antidemocrática.
De hecho, el capitalismo está reñido con la democracia, sea por las negociaciones secretas de los tratados de libre comercio, como por los acuerdos empresarios, caso de YPF con Chevron, ahora con disposición de la Corte Suprema para hacerse públicos.
El capitalismo no conjuga con la transparencia y por eso promueve democracias restringidas que solo contemplan los intereses del poder económico, que en este tiempo son los de las corporaciones transnacionales, asistidas por los Estados de origen y de aquellos Estados que disputan la radicación de inversiones externas.
Resulta curioso confirmar como los Estados Nacionales son los que discuten, en secreto, los tratados comerciales, de liberalización de la economía. El propósito apunta a favorecer las demandas y condiciones de los grandes monopolios transnacionales.
En el TPP destacan las presiones de las corporaciones farmacéuticas que pujan por privilegios a sus marcas por encima de los genéricos. Defienden sus derechos de propiedad intelectual, afirmando la lógica por el derecho a propiedad que sustenta el orden capitalista.
No solo propiedad de patentes, sino también derechos de autor y con ello el control sobre internet. El programa de la liberalización sostiene hoy una fuerte ofensiva para condicionar cualquier variante en el gobierno de la Argentina o de la región.
El libre comercio se agotó hace siglo y medio con la aparición de los monopolios, Sin embargo, el debate de ideas que genera sentido común mayoritario aboga por la libertad de comercio, el libre cambio y la libre competencia, como si ello fuera posible en tiempos de la dominación monopólica de las corporaciones transnacionales.
Se trata de un tema clave cuando se piensa en la dominación del modelo productivo y de desarrollo en la Argentina y en Nuestramérica, algo que se pone en juego en momentos de discusión electoral y de politización de la sociedad. Aunque no necesariamente esta sea la agenda de discusión y muchas veces se agota en el debate sobre el mal menor, o quién es peor en este sentido.
La hipoteca de la institucionalidad de los 90
El programa de las transnacionales es la liberalización y se canaliza por variados mecanismos institucionales y jurídicos que atan a los países a la lógica del libre mercado, aunque insistamos que ello es un sinsentido en la era de la dominación transnacional.
Los años 90 fueron prolíficos en la suscripción de esta juridicidad que hipoteca a los países a la lógica capitalista del ilusorio libre mercado. Es el tiempo del ingreso a la política de Macri y de Scioli, ambos de la mano de Menem. Las políticas neoliberales de los 90´ generaron cambios estructurales regresivos, que al no modificarse condicionan futuros cercanos de restauración conservadora.
Un dato importante es que muy pocos países intentaron en estos años revertir esos condicionantes en momentos de mayor acumulación de poder legislativo y consenso social. Ahora, con mengua en el consenso electoral, ya parece tarde para encarar la tarea, mucho más si se dificultó el proceso de movilización y organización social.
Entre otras consideraciones, una de las cuestiones más discutidas en estas horas remite a la inserción internacional de la Argentina, y por ende, de la región. La sospecha de una nueva ronda de subordinación a EEUU aparece con mucha fuerza.
Claro que también aparece debilitada la iniciativa por una integración alternativa, que incluso desarrolló cierta institucionalidad (ALBA-TCP; UNASUR, CELAC) con escasa acción sobre los asuntos estructurales del orden económico y la producción.
Es más, existen señales en todos los países vecinos para desandar rumbos de profundización de integración regional y reorientar los vínculos con el programa liberalizador. El frustrado intento uruguayo de subirse al TISA estaba en ese camino, como los obstáculos desde Brasil para la nueva arquitectura financiera regional y relocalizada con privilegio hacia China y los proyectos del bloque de los BRICS. En el Mercosur crecen las tensiones variadas que limitan sus aspiraciones de constituirse en bloque para la integración alternativa.
La estrategia del poder imperialista y las nuevas resistencias
Por su parte, EEUU está activo al no superar la crisis mundial disparada desde su territorio en 2007 y empeñado en no habilitar mayor espacio a la acumulación global de poder de otras potencias, máxime luego de los acuerdos entre China y Rusia.
Es la política exterior estadounidense la más interesada en la promoción y extensión del libre comercio, sustentado en la expansión territorial de las empresas transnacionales originadas en ese país.
La orden del día es frenar la expansión y el desafío global de China, mientras intenta condicionar la autonomía que Europa pretendió con la emergencia del euro. Ese es el marco de la subordinación imaginada de nuestros países a su política de liberalización.
Es un problema para la Argentina y para Nuestramérica la situación, ya que el cambio de la situación económica mundial, con caídas de los precios de las comodities de exportación, que favorecieron holgados presupuestos para políticas sociales masivas, parecen agotarse.
La deuda externa aparece como una solución en la agenda de los presidenciables, tanto como la apertura a las inversiones externas, lo que supone la continuidad esencial del modelo productivo y de desarrollo sustentado en la transnacionalización de la economía local, que no es muy distinto de lo que acontece en la región Nuestramericana.
El desafío para la sociedad, especialmente para el movimiento popular, más allá del resultado electoral, pasará por reinstalar un debate de ideas y una densidad social organizada y en lucha contra el discurso y las acciones por el libre comercio, la libre competencia y el libre cambio, y así habilitar condiciones de posibilidad para avanzar en el cambio político y en el imprescindible campo de la economía, la gran asignatura pendiente de este tiempo histórico.
Sobre el cierre de la Conferencia de CLACSO pude ser comentarista de una conferencia de Theotonio dos Santos sobre Democracia y Socialismo en el Capitalismo Dependiente.
Con la trayectoria del teórico de la Dependencia se pudo reinstalar una discusión actual sobre la ilusión del “fin del socialismo” que las clases dominantes pretendieron instalar en los 90´, y la necesidad y el desafío para el pensamiento crítico por discutir el capitalismo actual y prefigurar las luchas presentes y futuras por el socialismo.

Medellín, 13 de noviembre de 2015

A 10 años del ALCA: el programa de libre comercio continúa

Esta semana se hicieron actividades conmemorativas del rechazo al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), en varios países de la región, y por supuesto también en la Argentina.
Resulta interesante recuperar la memoria de una de las gestas más importantes protagonizadas contra un proyecto estratégico de las clases dominantes en la región. La liberalización impulsada por EEUU en las negociaciones por el ALCA contaba con el consenso de todos los gobiernos de la región, excepto Cuba, excluida de los cónclaves de Presidentes de las Américas.
Todo era producto de la lógica neoliberal que imperaba en los años 90, los del Consenso de Washington, a favor de la iniciativa privada y la liberalización de la economía.
La combinación de la campaña continental contra el ALCA y el acceso al gobierno de Hugo Chávez en 1999 significó el primer escollo al avanzado proyecto por el ALCA que se negociaba en secreto. En efecto, en la III° Cumbre de Presidentes de las Américas del 2001 en Quebec, apareció la primera fisura en la reunión de los jefes de Estado, con una gigantesca movilización continental de la II° Cumbre de los Pueblos en las calles de la ciudad canadiense.
Allí empezó una nueva etapa, con el fin del secreto en las negociaciones de los Jefes de Estado. Fue el comienzo del fin de un tratado que definía en el corto plazo la integración subordinada de nuestros países a la lógica de liberalización del capital transnacional y los intereses de la política exterior estadounidense. La libre circulación de mercancías, servicios y capitales constituía el sentido de la política aperturista del ALCA.
Ese estado de situación del No al ALCA se potenció en los años siguientes y en noviembre del 2005 en la IV° Cumbre de Presidentes de las Américas en Mar del Plata, George Bush y los gobiernos aliados intentaron reinstalar la agenda por el ALCA. No pudieron, ya que fueron frenados por la movilización social reunida en la III° Cumbre de los Pueblos, junto a una nueva correlación de fuerza política en los gobiernos de Sudamérica, especialmente Venezuela y los 4 del Mercosur. La articulación con estos gobiernos impidió la institucionalización del ALCA.
Integración alternativa
Fue un gran triunfo que habilitó una discusión sobre la integración alternativa, con nuevas consignas, como la soberanía alimentaria, energética o financiera.
Ese es el marco para el debate procesado entre 2005 y 2010 para pregonar la necesidad de una nueva arquitectura financiera en la región. Incluso antes, en diciembre del 2007 se suscribió un acuerdo para instalar rápidamente un Banco del Sur, como parte de una estrategia de integración financiera con perspectiva alternativa.
La crisis mundial, actualmente en curso, aparecía con fuerza en el sector financiero hacia 2007, y alentaba en Nuestramérica una búsqueda para transitar senderos alternativos. Grandes cantidades de reservas internacionales se acumulaban en nuestros países y se discutía el uso orientado hacia otro modelo de producción.
Esas expectativas no se concretaron, aun cuando subsistió el objetivo y el discurso por una integración alternativa. Es más, algunas iniciativas avanzaron, caso de la Alianza Bolivariana de los Pueblos (ALBA) por acuerdos entre Cuba y Venezuela hacia fines del 2004, que con la incorporación de Bolivia en el 2006 se transformó en ALBA-TCP (Tratados Comerciales de los Pueblos), para continuar creciendo en adhesiones.
Con el ALBA-TCP se avanzó en el intento de la nueva arquitectura financiera, con un banco y una moneda para el intercambio comercial, el SUCRE; pero con los límites que impone la no integración a esos procesos de los países de mayor desarrollo relativo, especialmente Brasil y Argentina. Si se constituyeron ámbitos de articulación, más políticos que económicos, caso de Unasur y la Celac.
Aquel clima de época y de esperanzadas  expectativas, del lustro siguiente al 2005, no prosperó en su orientación principal, mientras seguían no tan subrepticiamente los estatutos de la liberalización.
Así, el mantenimiento en varios de los países de los tratados bilaterales de inversión y la negociación de tratados de libre comercio, del Mercosur con Israel, por ejemplo; incluso las conversaciones para retomar las negociaciones con Europa desde el 2010, dan cuenta de una agenda liberalizadora que reapareció en la región.
La Argentina no siguió el camino de Bolivia, Ecuador y Venezuela, que denunciaron la participación ante el CIADI. Vale recordar que Brasil jamás aceptó integrarse a la lógica del tribunal impulsado por el Banco Mundial.
Se puede coincidir que la integración alternativa sigue siendo una asignatura pendiente, pero que las demoras en ese proceso favorecieron remedos del ALCA como la Alianza del Pacífico, al que son tentados para ingresar los países que resistieron hace una década al ALCA.
Nuevos protagonistas para la inserción mundial
Otros actores globales intervinieron para definir la inserción de Nuestramérica en el sistema mundial, especialmente China. Se trata de un vínculo de complementariedad sin modificar el modelo productivo.
La presencia china fue creciendo desde las relaciones comerciales, a las inversiones y los préstamos, constituyéndose en varios de nuestros países en primero o segundo país en vínculos económicos internacionales.
Esas relaciones y las condiciones globales de la situación mundial estimularon el alza de los precios de los productos primarios de exportación, algo que ya no ocurre, consolidando la primarización de las exportaciones de Nuestramérica. El resultado directo fue la confirmación de un modelo productivo subordinado a la lógica de acumulación de las transnacionales.
El papel de China avanza en múltiples direcciones y articulaciones globales más allá de Nuestramérica. Pretende su lugar en la disputa de la hegemonía del sistema mundial. Destacan en ese sentido las crecientes relaciones políticas y económicas con Rusia y el liderazgo en la construcción del bloque BRICS, algo que genera expectativas, aun cuando no está propuesta la superación del orden capitalista.
La discusión habilitada para nosotros es sobre el modelo productivo y de desarrollo. Si el problema es la subordinación a un bloque de países u otros sin superar la hegemonía del régimen del capital, o si, de lo que se trata, es de superar la inserción dependiente de Nuestramérica en el orden capitalista.  
Subordinación o autonomía para un nuevo modelo productivo
A 10 años del No al ALCA sigue vigente la discusión sobre la inserción internacional de Nuestramérica y el carácter subordinado o autónomo de la integración regional.
No es un tema menor en la Argentina, en momentos en que se define un nuevo turno presidencial. No haber avanzado en la agenda por la integración alternativa en estos años facilita la presión del poder económico por la apertura, la liberalización y la subordinación al programa de máxima del capital transnacional.
Hace muy poco y en Uruguay, la movilización popular denunció el secreto del gobierno uruguayo para integrarse en el TISA y frustró el proyecto, que es una de las tantas formas de institucionalizar la liberalización. El triunfo de la movilización y organización popular muestra el camino a seguir.
Por eso vale la pena recuperar la memoria por el triunfo de hace una década y continuar en la brega por reinstalar una agenda para la integración no subordinada.
No está cerrada la discusión y el momento de mayor expectativa en la construcción de proyecto alternativo estuvo determinado por la dinámica de movilización popular e iniciativa política de transformación. Ese es el desafío en la coyuntura para recrear condiciones de posibilidad para la lucha por la emancipación en la región Nuestramericana.

Buenos Aires 7 de noviembre de 2015

La economía que se viene luego de las elecciones presidenciales

Las elecciones presidenciales de la Argentina (25/10/2015) vinieron con sorpresa, aun cuando y como se esperaba ganó el oficialismo por escaso margen (36,86% a 34,33%), algo así como 9 millones de votos para el Frente para la Victoria y aliados, mientras que la coalición Cambiemos colectó 8.400.000 votantes. Es la primera vez en la historia política argentina, que una opción electoral alineada a la derecha protagoniza una acción de masas de esta magnitud, con el antecedente de 8 años en el gobierno de la ciudad capital, y que ya renovó para otro periodo. Vale recordar que la división de las opciones kirchneristas en 2007 le abrieron las puertas al gobierno de Mauricio Macri.
A una semana del acto eleccionario existe incertidumbre sobre el resultado de la segunda vuelta para el 22/11. Curiosamente, el protagonismo principal en la disputa del voto proviene de la primera mayoría, donde preocupa el ascenso impensado de la opción opositora, que aprovecha el impulso de una votación quizá impensada. A partir de esa realidad es que se mantienen las incógnitas sobre el futuro de la política económica. ¿Qué propuesta se impondrá para atender el problema de la inflación? Es decir, cuál será el horizonte en materia de precios, especialmente de las divisas, y con ello la distribución del ingreso y de la riqueza. La tendencia actual es preocupante, especialmente para los sectores de ingresos fijos.
El dato más novedoso fue el triunfo de la oposición de derecha en la provincia de Buenos Aires, la más grande de la Argentina, casi el 40% de la expresión electoral nacional. Como dato no menor y en simultáneo, gane quien gane la segunda vuelta del 22 de noviembre próximo, los distritos con más población y de mayor peso económico estarán gobernados por la actual oposición. Además de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires gobernada por el PRO, debe incluirse en esa situación, aun con matices de sus gobiernos, a los socialistas en Santa Fe; justicialistas disidentes en Córdoba y los radicales en Mendoza y Jujuy; casi en todos los casos producto de coaliciones opositoras al kirchnerismo, gobernante por 12 años en la Argentina. Sin duda, una nueva historia para la política y la economía en la Argentina.
Celebración del poder y defensiva gubernamental
Entre los sectores hegemónicos del poder económico hubo celebración por los resultados, aun cuando anticipadamente otorgaban crédito a cualquiera de los principales candidatos en la disputa por el gobierno. Ambos son amigables con el poder económico y mediático.
La celebración fue puesta de manifiesto en los negocios procesados en la bolsa de valores y las acciones e iniciativas especulativas. La agenda del poder en política económica fue ratificada en la perspectiva del ajuste y la devaluación, con costo, claro está, para la mayoría de la población, los que viven de ingresos fijos, sean trabajadores activos, jubilados o beneficiarios de planes sociales, incluso, empresarios cuyo destino es la actividad económica en el mercado interno.
En el marco de esa agenda, la preocupación gubernamental apunta a frenar operaciones que disparen anticipadamente la elevación de la cotización de las divisas. Para ello, el BCRA aumentó las tasas de interés sobre los plazos fijos para estimular inversiones en pesos por sobre la demanda de dólares; al tiempo que agudizó las restricciones a la compra de divisas en el mercado local y acelerar la liquidación de activos en divisas de las compañías de seguro. Al mismo tiempo estimula el mercado a futuro para marzo del 2016 con una cotización de 10,80 pesos por dólar. Un gran negocio para especuladores con capacidad de inversión en el corto plazo y que desde ahora descuentan una segura devaluación con el cambio de gobierno. Son medidas que encarecen el crédito y fortalecen las inversiones especulativas de corto plazo, con impacto directo en los precios, que no crecen más por las condiciones de estancamiento presentes desde hace tiempo.
El discurso electoral es convergente hacia el centro, intentando ampliar los núcleos duros de consenso. Por eso desde el opositor Macri se apunta a cambios en las formas de la política más que en nuevos rumbos de la orientación económica, aunque es previsible una mayor relación con el bloque que en la región estimula la liberalización de la economía. El desemboque de ese rumbo es más amigable con la Alianza del Pacifico, que empuja EEUU con sus aliados regionales en México, Colombia, Chile y Perú.
Queda muy lejos un balance crítico a la subordinación liberalizadora que hace una década se sostenía contra el ALCA, que ahora resurge bajo nuevas formas de integración subordinada. El intento de Scioli aparece complicado, con historia y perfil a la derecha del gobierno, lo que provoca discusión al interior del consenso oficial. En esas condiciones realiza esfuerzos por asimilarse lo más posible al imaginario del votante oficialista y enunciar nuevas propuestas. En ese sentido intentó difundir un compromiso con la demanda del 82% móvil del salario mínimo, intentando asociar la propuesta a la que sostiene el movimiento de jubilados y fue descalificado inmediatamente por la opinión presidencial, quién recordó que oportunamente había vetado esa iniciativa. Las propuestas relativas a las actualizaciones impositivas para la cuarta categoría también parecen llegar a destiempo.
Ambos candidatos disputan el consenso mostrando confiabilidad en la atracción de inversiones externas y capacidad para intervenir en la reinserción de la Argentina en el mercado financiero, lo que supone negociar con los inversores no ingresados a los canjes de deuda del 2005 y 2010, incluidos los fondos buitres que cuentan con la sentencia del Juez Griesa ratificada en instancias superiores. Un tema agravado con la asimilación dispuesta en estas horas a los llamados “me too”, otros inversores que demandan igual beneficio que el logrado por los buitres en la justicia de EEUU.
El debate político en estas horas es intenso, con el objeto de mostrar diferencias de orientación en uno u otro de los candidatos y claro, existen matices entre ellos, especialmente sobre la base social de sustento de cada uno y de la posibilidad para desandar cierto consenso social construido desde la crisis del 2001, que incluye, obvio, la resistencia a las políticas de reestructuración reaccionaria generalizadas en los 90. En esa consideración es que más allá del resultado electoral y la gestión presidencial emergente, el movimiento popular organizado en diversas experiencias con pretensión alternativa, incluso a la dominación capitalista, interpondrá límites a cualquier objetivo de restauración conservadora. No se trata de una expectativa esperanzada, sino del desafío que supone la coyuntura para construir y avanzar en un camino por la emancipación.

Buenos Aires, 1 de noviembre de 2015